Unidad Nacional
En el contexto de la Segunda Guerra Mundial,
México se enfrentó a problemas de
Condicionamiento externo; en estas
circunstancias, el presidente Manuel Ávila Camacho aprovechó esta situación
internacional para presentar una política que buscaba la Unidad Nacional;
pretendió redefinir las bases del sistema político mexicano.
Ávila Camacho recibió un país dividido, tanto
por el apoyo como por las reacciones en contra de las políticas aplicadas por
el presidente Cárdenas. Parte de la derecha simpatizaba con el candidato
perdedor de la presidencia, Juan Andreu Almazán y pensaba que los males
provenían de los sectores de extrema izquierda: socialistas y comunistas.
A causa de la presión externa de los sectores se
modeló lo que sería la política
Mexicana de los siguientes sexenios: la búsqueda
del equilibrio y la armonía. Debido a ello no hubo enfrentamientos entre los
sectores obrero y capitalista como los ocurridos en gobiernos anteriores.
Gran parte de este sexenio coincide con el
desarrollo de la Segunda Guerra
Mundial; durante ella, México logró aumentar el
ahorro interno debido a los capitales europeos que se refugiaron en nuestro
país y el aprovechamiento de los mercados abandonados por los norteamericanos,
que se orientaron a la guerra.
Cambios en el sistema político
Entre 1946 y 1947 el partido en el poder:
partido de la Revolución Mexicana (PRM) cambia de nombre y se transforma en el
actual Partido Revolucionario Institucional (PRI).
La vieja generación de militares políticos
decayó en este periodo, dando paso a
Una nueva: la de los políticos con una visión
nueva de la problemática de la nación. El gobierno de Miguel Alemán se
caracterizó por un elevado incremento del capitalismo en la economía nacional;
el ahorro que hubo en el periodo avilacamachista fue orientado a fortalecer el
proceso de industrialización y a la formación de una infraestructura básica
(electrificación, carreteras, etc.).
El proceso de industrialización fue fortalecido
con una serie de estímulos a los
empresarios: créditos con bajas tasas de
interés, extensión de impuestos y, de manera significativa, la reducción del
salario real de los obreros. Estas políticas hicieron que, a la mitad de la
década de 1940, la fisonomía mexicana se iba transformando de una nación con
carácter puramente agrícola a un país en franco crecimiento industrial.
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